25.6.12

El rastreador de Maputo



Ignacio Elías lleva una sombra pegada al cuerpo que le ayuda a descubrir almejas. La sombra señala alargándose sobre la arena mojada; las dedos escarban, guardan el trofeo en una lata. Podría ser lo contrario: una sombra con un hombre adherido que se despega. La playa está rizada, de marea baja. Debe oler a sal. Ignacio busca almejas pero podría rastrear perlas, sueños enterrados. Desde fuera no se sabe lo que desea un hombre-sombra callado. Podría ser un pájaro de tierra que lejos de aterrizar se prepara para volar. O un hombre-isla abandonado, una isla, un naúfrago.
Más del 50% de los 23 millones de habitantes de Mozambique vive por debajo del umbral de la pobreza; un 21% carece de trabajo. No parece un buen sitio para construir castillos en el aire. El descubrimiento de yacimientos de carbón y gas pueden ayudar a cambiar una economía lastrada por décadas de guerra civil, cambiar las estadísticas, los grandes números. Una riqueza súbita en un país con tanta corrupción institucional no mejorará la vida a los mozambiqueños, un pueblo rico en palabras inventadas, como las que pueblan Tierra sonámbula y El último vuelo del pelícano de Mia Couto.
La situación política y la pobreza dificultan los controles sobre el Gobierno y las empresas multinacionales, según denuncia Transparency International. Donde los controles son laxos, hay negocio al por mayor, pelotazo. Nadie pregunta, nadie investiga. Nadie recuerda.

15.6.12

Ultimos atardeceres en la Tierra




“¿Qué ha hecho este hombre de Illinois, me pregunto, al cerrar las páginas de su libro, para que episodios de la conquista de otro planeta me llenen de terror y de soledad? ¿Cómo pueden tocarme estas fantasías, y de una manera tan íntima?” Así, impactado, perplejo, escribía Jorge Luis Borges el prólogo a la edición argentina de Crónicas marcianas, libro que leyó en los últimos días del otoño de 1954, apenas cuatro años después de la publicación original. Y su pregunta apunta al centro del misterio de la literatura de Ray Bradbury: por qué sus historias sencillas, clásicas, de enorme belleza lírica, producen revelaciones, provocan vívidos desasosiegos, reviven terrores atávicos y deliciosos, urgen, también, a contar. No hay escritor cuyo impacto, especialmente en la adolescencia, pueda compararse al que produce Ray Bradbury.”

Ray Bradbury X Martinez en Radar

13.6.12

¿Mi libreta de viajes?


UNO.
Las vacaciones estuvieron muy bien, recorrimos el Kruger durante casi 4 días, vimos muchisimos animales y luego entramos nuevamenete en Moçambique a cruzando las montañas del Limpopo para terminar en las playas de Inhambane y el archipielago de Bazaruto,, un lugar paradisiaco. Antes de partir de vacaciones había comprado en el aeropuerto de Johannesburg una linda libreta Moleskine para para hacer una especie de diario de viaje pero la verdad es que la libreta volvío como se fue, completamente en blanco. Tratandome de justificar puedo argumentar que la idea no era hacer un viaje muy audaz, sino un viaje para descansar complaciente y perezozamente donde mi unico gran desafío fue la lectura de la monumental obra de Tolstoi "Guerra y Paz". La idea de hacer una libreta de viajes estaba ahí pero este viaje no fue  una peregrinación religiosa o secular, ni la búsqueda de uno mismo ni de la paz interior sino que más bien todo lo contrario, la idea fue ver muchos elefantes con Emilio y tirarse luego en una playa a dormir luego de comer y beber bien ¿Qué tal esto para una libreta de viajes? Ni lo intentes diría Paul Theroux, la verdad es que no da mucho mas allá de algunas notas autobiograficas para este blog y subir alguna que otra foto de las islas en Bazaruto, además en el viaje todo salió de maravilla y no tuvimos ni un solo "mal momento" que me de una ayuda para escribir algo particular del sur de africa.

DOS.
La libreta de viajes era o es para un viaje difícil, y más aún por uno de prueba. Esos libros, escritos con la habilidad y los detalles apropiados, siempre encontrarán en mi un lector, ya que combinan los viajes con la resolución de problemas y la resistencia, que supongo es la condición humana. Esas personas sufren por nosotros. Theroux cuenta la anecdota  de un nigeriano que fue interceptado cuando huía a Libia, donde había sido empleado como mecánico en la industria petrolera. Su pueblo estaba bajo sitio, las bombas caían, las balas volaban. Impedido de ir a Italia, era repatriado a Nigeria. Él protestó, diciendo: “Envíame a Libia. Prefiero ir ahí que a mi hogar en Nigeria”. Eso hace que nos preguntemos por la realidad de Nigeria y me provoque viajar allí. Casi al mismo tiempo, mil personas murieron en una aldea rural en Costa de Marfil, lo que fue una noticia pequeña en la prensa occidental; sin embargo, cuando una persona se lesiona en Jerusalén está en la portada como un ultraje. Me gustaría saber por qué esto es así. El hecho de que hay mucho menos corresponsales extranjeros hace al viajero más necesario como testigo y reportero.

TRES.
Un safari por el kruger y las playas de Bazaruto son lugares increibles, pero no son los más interesantes para escribr. No soy mucho de vacaciones en la playa ni hoteles de lujo, pero el hotelito en Vilankulos fue genial para leer a Tosltoi y tomar vino blanco.

 El cuaderno de viaje tendrá que esperar.




Un silencio clamoroso: áfrica en los medios

"...Cuando aparece África en los medios la imagen más corriente que nos suministran es la de un continente hambriento, incapaz de arreglar sus problemas por sí misma. De hecho, las crisis alimentarias han desencadenado noticias relacionadas con el hambre y el envío de ayudas. Sin detrimento del bien que se hace, salvando de la muerte a quien no tiene qué comer, a veces se reduce el tema de manera simplista: si hay hambre, se mandan alimentos y se acaba el problema. De ahí que mucha gente se pregunte por qué sigue el problema del hambre en África después de tantas toneladas de víveres enviadas; pero nadie les explica que se ha obligado a los países africanos a producir para la exportación y no para satisfacer las necesidades primarias, ni que existe un grave desajuste comercial, ni que las subvenciones de la Unión Europea a los productos agrícolas europeos impide a los productos africanos ser competitivos. Por no hablar del tópico del “enséñale a pescar”, que hace del africano una especie de ser ignorante que muere de hambre por no saber pescar o cultivar la tierra. Convendría recordar que llevan siglos haciéndolo, y lo que habría que reivindicar, más bien, sería su derecho a tener el río o los mares para ellos mismos..."