Las vacas son una especie de travelcheck para la gente de Chigubo, en Mozambique. A nuestros ojos, parece absurdo que mantengan unos rebaños que apenas usan para labrar los campos sedientos de maíz y mexoeira. A menudo tienen también una función social, tantas vacas tienes, tanto vales en el escalafón social, y llegan a viejos sin probar la carne que tanto les ha costado ver crecer. Pero cuando vives en un territorio cíclicamente asolado por las sequías, donde la economía monetaria no existiría si no hubiera que pagar la gasolina o los libros de texto de los niños, la única manera de movilizar tu patrimonio y tenerlo siempre a mano es que éste tenga cuatro patas y camine contigo hasta la próxima laguna con agua potable, llegado el caso.
"La gente tiene recursos y no lo sabe. Deben pensar en sus hijos y
su alimentación, pueden sacrificar una vaca perfectamente para comer.
Este es el cambio que tenemos que conseguir hacer ", sostiene el técnico
agropecuario estatal. Eso o abrir el grifo del subsuelo y explotar los
recursos de otra manera. África Austral se encuentra ante un
momento clave en su historia. Podemos mantener un sistema que ha sabido
vivir equilibradamente pero donde hay que incorporar muchas mejoras
(agua o alimentación, por ejemplo), o bien prepararnos para atravesar la
que probablemente sea la última frontera ambiental.
Las empresas occidentales no dejan de encontrar gas natural en Mozambique. El último yacimiento localizado le supondrá asegurar diez años de abastecimiento a Portugal, a través de la empresa GALP. ¿Recuerdan el último viaje de la Reina Sofía por estas latitudes? Probablemente REPSOL no toque el pastel, pero hay que licuar el gas para transportarlo hacia Oriente, la fábrica del mundo, y eso son negocios para la ingeniería patria: entre la americana Anadarko y la italiana ENI invertirán 52.000 millones de euros, en un país con un PIB de 9.500 millones de euros. Todo para poner en valor unas reservas gasísticas de unas dimensiones igual de alucinantes: solo Mozambique tendría tanto de gas como Libia o Kuwait.
Elijan, la píldora azul o la roja. ¿Hay margen para que mejorando la gobernabilidad del país y la rendición de cuentas esos recursos tengan un impacto positivo en el país? El problema es que la historia es tozuda y convertir capital natural en financiero sin producir nada solo hace menos transparentes y democráticos a los países. Con el carbón, de hecho, ya se está viendo qué puede pasar. En Tête ya han comenzado a desplazar a su población por miles a las poca zonas que no serán explotadas pero que tampoco son aptas para la agricultura. Claro que, para eso, el gobierno y los inversionistas japoneses y brasileños ya tienen un plan: el ProSavana desarrollará megaplantaciones de 30-40 mil Ha de soja y maíz para exportación, en una extensión total de 14 millones de Ha, evidentemente sobre las tierras que ahora sirven para la población local. Los desplazamientos de campesinos en Tête, comparados con los que esto provocará en Nacala serán poco más que una excursión de domingo.
Seguramente algunos han elegido ya por el resto. Cambiarán las vacas por un pasaje para ir a trabajar a esos campos de carbón. Alguien llevará una gran tubería de agua y plantará soja, donde ahora se ve bosque, para alimentar a otras vacas que nunca conocerán, pero que comprarán hechas filetes en un supermercado con el sueldo de mineros. Eso si no se contagian de sida en las minas o una facción revolucionaria inaugura una nueva Biafra. Piense un minuto en todo esto y en la última frontera si celebraron el Día del Medio Ambiente.
Las empresas occidentales no dejan de encontrar gas natural en Mozambique. El último yacimiento localizado le supondrá asegurar diez años de abastecimiento a Portugal, a través de la empresa GALP. ¿Recuerdan el último viaje de la Reina Sofía por estas latitudes? Probablemente REPSOL no toque el pastel, pero hay que licuar el gas para transportarlo hacia Oriente, la fábrica del mundo, y eso son negocios para la ingeniería patria: entre la americana Anadarko y la italiana ENI invertirán 52.000 millones de euros, en un país con un PIB de 9.500 millones de euros. Todo para poner en valor unas reservas gasísticas de unas dimensiones igual de alucinantes: solo Mozambique tendría tanto de gas como Libia o Kuwait.
Elijan, la píldora azul o la roja. ¿Hay margen para que mejorando la gobernabilidad del país y la rendición de cuentas esos recursos tengan un impacto positivo en el país? El problema es que la historia es tozuda y convertir capital natural en financiero sin producir nada solo hace menos transparentes y democráticos a los países. Con el carbón, de hecho, ya se está viendo qué puede pasar. En Tête ya han comenzado a desplazar a su población por miles a las poca zonas que no serán explotadas pero que tampoco son aptas para la agricultura. Claro que, para eso, el gobierno y los inversionistas japoneses y brasileños ya tienen un plan: el ProSavana desarrollará megaplantaciones de 30-40 mil Ha de soja y maíz para exportación, en una extensión total de 14 millones de Ha, evidentemente sobre las tierras que ahora sirven para la población local. Los desplazamientos de campesinos en Tête, comparados con los que esto provocará en Nacala serán poco más que una excursión de domingo.
Seguramente algunos han elegido ya por el resto. Cambiarán las vacas por un pasaje para ir a trabajar a esos campos de carbón. Alguien llevará una gran tubería de agua y plantará soja, donde ahora se ve bosque, para alimentar a otras vacas que nunca conocerán, pero que comprarán hechas filetes en un supermercado con el sueldo de mineros. Eso si no se contagian de sida en las minas o una facción revolucionaria inaugura una nueva Biafra. Piense un minuto en todo esto y en la última frontera si celebraron el Día del Medio Ambiente.
Miquel Carrillo (@MiquelCarr) desde Mozambique.