Con la mudanza a Camboya no tuve otra que olvidarme de la selección de fútbol de mi país, especialmente del Diegote, y creo que involuntariamente he dado un pequeño paso hacia la felicidad.
Debido a las circunstancias mencionadas, he dejado de seguir los complots y las intrigas de la blanca y celeste para pasar a jugar y disfrutar del fútbol con los camboyanos, lejos de las eliminatorias y los chimentos, lo mejor de la semana para ellos fue cuantos goles iban a recibir en el amistoso que jugaron con Singapur. Cuando uno juega al fútbol con los camboyanos casi nunca pasa nada, nunca nadie va a tener un gesto o un exceso verbal con un companero o un rival y el momento de mas acción es cuando todos corremos detrás de la pelota con la fabulosa idea de armar una jugada inolvidable que nunca va a llegar. Lo mejor de todo es cuando llega la tormenta de la tarde y el fulbito se juega bajo una agradable lluvia tropical.
Los monzones tropicales continúan acechando con nuevas e interminables lluvias: el calor, el fútbol con los camboyanos los sábados por la tarde. Mientras tanto, disfrute como nunca anoche cuando en la tele en el noticiero camboyano el momento "wining" fue un terrible gol de Palermo de cabeza desde casi 40 metros.
Nostalgia que le dicen.