Después de muchos años y muchos millones de dólares Charles Taylor, uno de los hombres más malvados del mundo, finalmente fue condenado por sus crímenes en Liberia y Sierra Leona.
"...Me fui acostumbrado así a las noticias de Liberia. La televisión
exhibía, como un macabro carrusel, las imágenes de sus guerreros
adolescentes, vestidos con batas de ama de casa, pelucas y máscaras tipo
Viernes 13, envueltos en una orgía de sangre que iba a exterminar a por
lo menos doscientos mil liberianos en los siguientes siete años. Taylor
se había hecho invencible en un pueblo del interior –próximo a Balama,
ese caserío selvático de mi adolescencia–, donde vivía custodiado por
sus incondicionales soldados que vigilaban los puntos de entrada a su
refugio y que adornaban sus retenes con calaveras y vísceras humanas.
Cuando veían mujeres embarazadas, los guerreros de Taylor hacían
apuestas jugando a adivinar el sexo de los fetos. Para averiguar quién
era el ganador, abrían los vientres de las mujeres con bayonetas y
machetes. Les gustaba bautizarse con nombres tipo General Fuck Me Quick,
Babykiller y Dead Body Bones. A ojos de todos, arrancaban los corazones
de personas vivas y se los comían crudos en plena calle, con el doble
propósito de intimidar a los transeúntes y, según las viejas creencias
tribales, adquirir el poder de los fallecidos..."