El partido en Kreuzberg se planeó al estilo occidental. Se vendieron entradas tanto a mujeres como hombres. Esto no gustó a los ayatolas y al régimen del presidente Ahmanideschad, quienes han prohibido el fútbol femenino en público desde la revolución de 1979. Así que poco antes del partido, el vocero de la Federación Iraní de Fútbol envió un mensaje electrónico cancelando el partido.
Todo esto me hace reflexionar acerca de la pasión que despierta la redonda tanto en Liberia con los muchachos amputados y su liga, en Irán con las mujeres musulmanas o en un cuento de Fontanarrosa.
El fútbol no se parece a la vida. El fútbol, como la literatura o la música, flota por encima de las leyes de la física, la biología y la moral. Es una ficción soñada por un demente y ahí, probablemente, radica su gracia.
