18.7.10

Visca España

Se nos fue el mundial y como desde hace 20 años seguimos con la "nata contra el vidrio" viendo como los demás festejan. Perdimos en nuestra ley, creyéndonos que somos un pueblo divino que esta condenado al éxito, que Dios es argentino y que podemos llegar a ser campeones del mundo sin laburar ni siquiera un poquito.

Mundial devaluado, falto de milagros y donde lo mejor de todo, aparte del pulpo, fueron los intercambios epistolares y las paredes entre Martín Caparros y Juan Villorio en el blog de Letras libres.

En palabras del propio Caparros "...El Mundial es una amante, una locura de verano, una de esas historias que te hacen pensar que si la vida fuera así sería maravillosa y que ojalá no sea. Consigue que la salvajería feliz no dure noventa minutos sino treinta días; no es poco, y es casi demasiado. Uno de los grandes méritos del Mundial es que, a diferencia de casi todo lo demás, acaba cuando debe..."

O cuando le tira un pase a Villorio

"...Hoy los argentinos no sólo perdimos un partido. Me hablas de románticos alemanes y nigrománticos vieneses, pero esta noche quien me susurra las palabras al oído es el viejo sifilítico: que Dios ha muerto, que Él es humano más que humano, y que llegamos al crepúsculo de los ídolos. Dios ha muerto esta tarde en una pantalla de televisión –que es donde pasan esas cosas. Los argentinos, que siempre nos jactamos de ser la avanzada del ateísmo sudaca, elegimos creer –pese a las evidencias– en un dios menor, o mayor, o por lo menos de mucha carne y algún hueso.

El ateísmo de los argentinos se termina en el fútbol: ante él, todos somos religiosos de alguna religión privada, la que nos hace creer que una plegaria, un apretón de testículo izquierdo, un cruzarse los dedos, una camisa verde, van a influir en un evento lejano, planetario: van a hacer que un cuero inflado se desvíe los diez centímetros necesarios para escaparse del olvido y convertirse en un video repetible de aquí a la eternidad. El azar –ese imprevisto de los diez centímetros– es la base del fútbol; por eso nos resulta fácil confundir sus causas, creer que nuestras magias pueden ser una de ellas. Y por eso elegimos creer que todas esas magias podían resolverse en ese dios menor. Pero nunca pensamos que Maradona, como el dios de Russell, podría crear una piedra que no sería capaz de levantar.

Así que esta tarde nos quedamos sin dios. Uno a cero es la duda, dos a cero la tentación agnóstica, tres a cero la quema de los santos, cuatro a cero la muerte del dios. Un dios, como todos, discutido, amado, odiado, pero dios al fin. Al fútbol argentino le llegó la hora de enfrentar el mundo, los males, los empates, las pequeñas muertes peloteras sin la esperanza de la divinidad. No va a ser fácil –habrá más penas, habrá más olvidos– pero puede ser mucho mejor. Quizás, entonces, alguna vez hagamos un equipo. O quizás no.."

Villorio le devuelve la pelota igual o mejor. Ojala que publiquen el libro pronto.

Otro que tambien hizo de las suyas fue el gran Kaspar House, que se manifesto en contra de la Iniciativa Dalma.

"...Ayer, en la final del mundo, el espíritu de Johan Cruyff reinó y se llevó el título. El fin nunca justifica los medios, como quieren los abanderados de la real politik. Hay que formar a los jugadores desde la inferiores, educarlos, hacerlos generosos, intrépidos y con un gran respeto por el adversario, sin el que no somos nada. Diego Maradona fue un jugador descomunal. Un rebelde táctico bendecido por un don. Los jugadores del porvenir deberían aprender eso de él. El maradonismo, en cambio, la alternativa Dalma, es un estado conservador –aunque a muchos librepensadores les parezca la encarnación de Charles Bukowski–, la perpetua repetición del error conceptual más doloroso para una persona: creer que el destino nos debe algo, que encarnamos el ser universal, que somos el pueblo elegido, la raza pura, los condecorados por Alá, puro merchandising barato y de corta duración, pero que suele costar sangre, sudor y lágrimas.."

Casas publica sus post futboleros en el blog Mal elemento y es donde habitualmente hace su descarga contra el gordismo y sus seguidores, repito lo de Casas contra el gordo no es de hoy pero el post de la derrota de Argentina fue especialmente virulento...

Muchos se preguntaban por qué la gente fue a Ezeiza a aplaudir a la Selección en su regreso. Es que no todos saben que es una costumbre argentina aplaudir cuando hay un niño perdido en la playa. El plantel del Gordismo, que hasta hace poco se imaginaba en la final del Mundial, de golpe tomó la aerolínea Oceanic e irrumpió con los pies para adelante en un bonus track de Lost.

Estaba perdido Heinze, que ahora va a tener que practicar sus muecas tribales en el espejo del botiquín del baño, estaban perdidos los dos patovas de la UOM que aconsejaban a Maradona en cónclave como si el fútbol fuera un arte complejísimo, estaba perdida la Brujita Verón, que se tuvo que bancar más de un mes encerrado en una habitación con un niño dormido y encima se quedó afuera del partido con Alemania. Y estaba perdido Tévez, el jugador del pueblo, porque el pueblo es algo que, como el crimen, no paga. En realidad, en nuestro país mediático, el pueblo mutó en "la gente". Porque desde los festejos del Bicentenario en adelante, empezó a ganar cuerpo un concepto nuevo que se podría denominar como "la gente". Kirchner y los demás políticos de la oposición -que lo marcan en zona y lo suelen perder en los corners- parece que se mueven siguiendo lo que dice "la gente".

Macri manda a hacer encuestas para ver cómo está el humor de "la gente". Durante los festejos que paralizaron la 9 de Julio e inflamaron la gola con tanto himno nacional a capella, parece que "la gente" dio ejemplos de concordia a seguir. "La gente", analizan los sociólogos y consultores, mostró que nuestro país está cansado de la política de la confrontación. Tomemos nota. Los que se encargan de la publicidad, tampoco anduvieron con trazos finos: "santen el himno como nadie lo puede cantar", "llenemos los bares y festejemos".

Los símiles de la retórica del combate estuvieron a la orden del día: "Once guerreros", "Héroes", "Diego es como el Che". Pero lo cierto es que Guevara no sólo no se hubiera tatuado a Maradona, sino que también, de tenerlo en sus filas, con lo poco afecto que era al consumo de estupefacientes, lo hubiera fusilado. Para el doctor Guevara Lynch, la revolución no era un sueño eterno. De manera que la cantinela chauvinista de nuestro país, donde vive "la gente", se dio de bruces con un equipo dinámico que era dirigido por alguien más parecido a un curador del Malba que a un DT de fútbol. Lo que hay que reconocerle a Maradona y a su equipo técnico (incluído el cerebro de Ruggeri) es el aporte táctico nunca visto de jugar sin mediocampo. Es decir, lograr el efecto gravitacional de hacer desaparecer a los jugadores del medio y tratar de no jugar con laterales que marquen y ataquen. Algo así como pasar al fútbol el Experimento Filadelfia que practicó en secreto el ejército de los Estados Unidos cuando se puso a jugar con la antimateria. Bien, siamo fuori.

La pregunta es si para el próximo Mundial vamos a tener que construirle de nuevo a Messi la cajita feliz. Maradona eligió festejarle el cumpleaños sólo a él -aunque, como protestó Tévez, también había cumplido años Pastore-. Le pusieron un jugador de autoayuda en su pieza, para que lo oriente -Verón- y hasta llevaron a un defensor malísimo -Garcé- para que Lio lo pudiera eludir sin parar en los entrenamientos y fortalecer su autoestima.

La consigna era rodear a Messi para que estuviera contento y explotara. Hace muchos años los padres porteños solían llevar a sus hijos -o hacerlos llevar por un amigo- a debutar con una prostituta. Esta costumbre generó ciertos traumas. Por suerte, otras generaciones pudieron elegir cu{ando y con quién tener sexo. No se le puede imponer la banda de capitán a alguien que no quiere serlo. Por un lado, se le dice que es nuestro preferido, pero sólo en el nivel de la representación, porque en la cancha se lo sanciona sacándole a los jugadores de buen pie con los que Messi, sin dudas, quiere jugar.

No hay nada que hacer, el único que podía parar a Messi era Maradona. Por eso quiso ser el técnico de un Mundial que parecía hecho para encumbrar al delantero del Barcelona. Mientras de la boca para afuera lo sostenía, en la cancha le fue sacando todos los soldaditos con los que Messi prefería jugar: el Kun, Verón, Pastore...

El Gordismo, se sabe, se retroalimenta tanto en la derrota como en la victoria. Maradona, como el Terminator malo de la segunda parte de la saga, puede quedar derretido en el suelo y , en segundos, materializarse de nuevo. Tiene muchas vidas, ya lo sabemos. Y ahora está apoyado con el siga siga del Gobierno y el programa cómico 678. Hasta que Messi no se plante y se lo saque de encima, no hay posibilidad de buen final, al menos para el jugador rosarino. El poder es adictivo. Nadie quiere irse de ahí.