Mi primera impresión de la India lamentablemente no fue el Gateway of India, el monumental arco, el sueno ingles de la India de principios del siglo XX que se eleva frente a las costas de Bombay que les dio la bienvenida a miles de viajeros que atravesaron los mares para desembarcar en las costas de un país inmenso poblado por millones infieles que adoran miles de dioses, algunos con aspecto de monos y hasta de elefantes. Mi llegada a la India fue menos literaria pero mucho mas real, con un empleado de la casa de cambio de divisas que me quería joder con las rupias y una caterva de taxistas y oportunistas ofreciéndonos hoteles y pensiones donde pasar la noche. Camino al hotel, al final nos decidimos por un taxi prepago; mas caro pero al que al menos no hace “sugerencias” hoteleras ni turísticas, tuve mi primera imagen de Delhi, una ciudad oscura, cubierta de niebla o smog y herida de muerte por la cantidad de gente y la pobreza donde numerosas personas dormían en las calles debajo de lonas o de los puentes de las autopistas.
La mañana siguiente al salir del hotel inmediatamente fuimos rodeados por una multitud de gente que nos vociferaba en ingles ofertándonos miles de cosas hasta que finalmente nos decidimos por conocer la parte vieja de la ciudad, el Old Delhi, la que fue seguramente una de las grandes ciudades de Oriente del pasado y la que representa la India islámica. El fuerte Rojo, con sus salas y sus jardines a la orilla del río Yamuna y su famosa Lahore gate, un potente símbolo de la India moderna ya que durante la lucha por la independencia la gran ambición de todos los nacionalistas indios fue ver flamear la bandera india sobre la puerta, una ambición que se convirtió en realidad recién en 1947. La gigantesca mezquita de Jama Masjid se encuentra también en la ciudad vieja y es la mezquita más grande la de la India en la que además se destaca por la fina arquitectura musulmana. Por veinte rupias te dejan subir al mirarete sur donde las vista de la ciudad son magnificas, especialmente los congestionados bazares y callejuelas de Chadni Chowk. Casi todos los grandes monumentos que valen la pena ver en Delhi pertenecen al Islam: el mausoleo del emperador Humayun, la mezquita, minaretes. La decadencia de los edificios, el gran número de habitantes, el ruido, los autos y el humo hacen de Delhi una ciudad fea, confrontativa y poco amigable de la que dan ganas de irte lo mas rápido posible.
En su libro de crónicas de viajes, llamado Following the Equator, Mark Twain menciona que básicamente hay dos tipos de personas, aquellas que vieron el Tah Mahal y aquellas que no lo vieron. Personalmente pienso que esta afirmación es bastante arbitraria y estupida pero creo que en cierta forma es una buena medida para entender el impacto que ese magnifico lugar causa en las personas que lo contemplan. A pesar de ser un mausoleo, como en otros tantos monumentos musulmanes, nada en este lugar recuerda a la muerte y por momentos uno piensa si el alma de esa persona tan amada verdaderamente se ha ido a otro mundo o si solamente se transformo en espejos de agua, grupos de árboles distribuidos perfectamente, hermosas flores o en esa fabulosa construcción de un mármol blanco que juega formando cubos, medias esferas y arcos. Nada asusta en la tumba de Mumtaz Mahal y todo da sensación de paz e infinito. Un lugar que ha durado siglos y que más que un lugar parece un poema formado por árboles, flores, fuentes de agua cristalina que reflejan el mundo y a su vez lo disipan, luz y tiempo. Con E. recordaremos por muchísimo tiempo esa madrugada fría de colores claros en el Taj Mahal en el que pasamos largos ratos sentados mirando, haciendo y pensando en nada. Un increíble momento que termino solo cuando la muchedumbre de gente que se junto a media mañana nos recordó que lamentablemente pertenecemos a este mundo horrible e injusto y que era hora de marcharnos de ese hermoso lugar. Me gustaría terminar citando un verso el gran poeta indio Rabrindanath Tagore que definió al Taj Mahal mejor y de forma mas simple que esta pequeña crónica tratando de recordar mi experiencia: “…A teardrop on the face of eternity…”