¿Puede transformarse la naturaleza humana completamente? ¿El hombre, creado bueno por Dios, puede ser convertido en malo por el hombre? ¿Puede el alma ser rehecha enteramente por el destino, y volverse mala si es malo el destino? ¿Puede el corazón deformarse y contraer dolencias incurables bajo la presión de una desgracia desproporcionada, como la columna vertebral bajo una bóveda demasiado baja? ¿No hay en cualquier alma humana, no había en la de Jean Valjean en particular, una chispa primitiva, un elemento divino, incorruptible en este mundo, inmortal en el otro, que el bien pueda desarrollar, fortalecer, purificar y hacer brillar esplendorosamente, y que el mal nunca pueda apagar?
(Los miserables, I, 2, 7)