Cuando vuelvo de las vacaciones o de algún viaje siempre vuelvo renovado, con más energía, lo que se traduce en tratar de tachar de la lista algunos pendientes, dentro de estos se encuentra responder un email a una tía en el que me cuenta sus vivencias en el reciente viaje por Cuba que ella y su familia realizaron. Releyendo el email no hago mas que recordar de mi propio viaje por Cuba junto a Eugenia hace algunos años, recuerdo que queríamos hacer un viaje distinto, si bien era un muy buen negocio pasar unos días en Varadero y terminar la semana en La Habana, decidimos armar nuestro propio plan y en un par de semanas recorrimos La Habana, Cienfuegos, Trinidad y el valle de los ingenios, Santa Clara, Matanzas, pasamos por Varadero y después hicimos unos días de playa en los Cayos, el viaje fue fabuloso, nos alojamos en casas de familias, compartimos desayunos, cenas, discusiones políticas, vimos como eran las cartillas de racionamiento, nos reímos con sus bromas, tan cubanas, tan tristes "...Lo mejor que tiene Cuba es el deporte, la educación y la medicina, ¿Qué les falta a los cubanos...el desayuno, el almuelzo...", hicimos la cola para entrar a la famosa Heladería Copelia, una vez adentro hicimos la cola para retirar un número para ser atendidos y después recuerdo que hicimos otra cola para retirar el helado, que a esa altura ya no quedaban ni rastro por lo que decidimos empezar la cola para poder tomar un helado al día siguiente, cansados ya por haber experimentado durante toda la tarde la delgada línea que divide a la espera de la desesperación por tratar de subir a un taxi colectivo o a una guagua ( recuerdo que tomábamos la línea Calvario-Vedado). Creo que es muy difícil expresar lo que sentí en Cuba, yo joven idealista latinoamericano, ferviente lector de Galeano, Cortazar, de los versos de Martí al momento de recorrer La Habana vieja o Santa Clara pero al mismo tiempo conocer la historia de tanta gente disidente, de Reinaldo Arenas o pensar hasta que punto se puede justificar la libertad en nombre de la justicia social, una de las lineas del email de mi tía que más me impacto fue cuando me comenta la desilusión de sus hijos con ese tipo de sistema, con la historia de Cuba y el Che Guevara, eso es algo esperable después de caminar un par de días por la isla, la revolución te deja esa sensación de que algo bueno hubo, que todo tenía un sentido que con el paso de los años algo se fue perdiendo pero es todavía más peligroso que sus hijos piensen que en el sistema en el que vivimos se esta mejor o hay más oportunidades. Si uno de verdad quiere saber que esta pasando en Cuba hoy no se puede dejar de leer el fabuloso sitio www.cubanet.org , hay información oficial del gobierno cubano, de la prensa internacional y, increíblemente, de periodistas independientes que viven en la isla. De Cuba conservo varios amigos, precisamente uno de ellos me envió esta carta por equivocación, la trascribo, lean y cuenten cuanto saben de la isla, definitivamente el humor es cubano y no creo que le daba nada a la revolución...
Compañeros:
Provengo de una familia humilde, sin TV ni otro efecto eléctrico. Tuve lactancia materna pura hasta los 10 años porque no teníamos donde calentar la leche. Fue una ventaja, porque después que cumplí los siete años, ya no me daban leche.
Tenía 10 años de edad cuando mi padre resultó vanguardia nacional en la emulación socialista. Lo estimularon con una cocina de kerosén. La estuvimos utilizando durante más de 40 años, hasta que el Comandante nos otorgó las maravillosas hornillas eléctricas chinas.
Mi padre trabajaba las 24 horas del día por miedo a quedarse dormido para el trabajo, pues no tenía despertador.Con ese ritmo de trabajo constante, volvió a salir vanguardia nacional y le vendieron por el sindicato un gallo muy puntual. Cantaba a las 3 de la mañana, y por tanto, mi padre siguió siendo el primero en llegar al trabajo. Acumuló suficientes méritos para obtener un radio soviético VEF-206 que alegró la vida de toda la familia. Lo celebramos comiéndonos el gallo.
Teníamos puesto todo el día Radio Reloj para saber la hora de irnos a trabajar o a la escuela.A los 14 años, ingresé en los CDR (Comités de Defensa de la Revolución). Como cederistas, mi padre y yo donábamos 10 litros de sangre anuales y 500 horas de trabajo voluntario. El sindicato, para estimular a los trabajadores, verificaba en la cuadra su actitud ante las tareas de la revolución.
Así, cuando cumplí los 32 años logramos un TV Caribe a crédito y definitivamente pude conocer los muñequitos rusos y a Elpidio Valdés, aunque en blanco y negro.
El TV se rompía constantemente. Cuando al fin terminamos de pagarlo, ya estábamos en la cola para reposición y confeccionamos nuestra primera autobiografía. Nos explicaron que no era cosa de un día y que el proceso podía demorar años.
Mientras, debíamos utilizar la técnica del puñetazo para poder ver la televisión. Tengo dos fracturas de muñeca, trastornos visuales de todo tipo y una escoliosis pronunciada y agresiva como el imperialismo yankee, porque el aparato sólo se ve desde un lateral.
Gané el premio al mayor ahorrador de energía eléctrica al tratar de obtener mayor nitidez de la imagen en la oscuridad.
El único inconveniente fue que en una asamblea de análisis me plantearon la crítica constructiva de que permanecía muy encerrado todo el día y no me relacionaba con los demás compañeros del CDR. En mi autocrítica, me comprometí a disculparme ante el responsable de vigilancia del comité.
Seis años después, nos entregaron un monitor de computadora de 14 pulgadas, usado, para aprovecharlo como tubo de pantalla. Así nos mantenemos siguiendo atentamente las mesas redondas, cada tarde a las 6 y 30 y luego su retransmisión nocturna por el Canal Educativo, para fomentar nuestro espíritu revolucionario.
Además de leerlas en el Granma y coleccionarlas en tabloides, disfrutamos la lectura de las Reflexiones del Comandante a través de nuestro otro programa favorito, el Noticiero Nacional de Televisión.
Por todo lo anterior, queremos optar por un televisor Panda en colores. Será más bien para el disfrute de mis hijos y nietos. A estas alturas, yo me conformaré con los programas con servicio de sub-titulaje para débiles visuales e hipo acústicos.
Así, solicito sean tenidos en cuenta mis méritos políticos y trayectoria laboral en la próxima bronca sindical por los mencionados televisores. Quisiera que conste esta solicitud como la última voluntad de un moribundo. Luego de tanta generosidad, sé que la revolución, como de costumbre, no me fallará.
Revolucionariamente,
Humildo Sinná de Antaño.
Compañeros:
Provengo de una familia humilde, sin TV ni otro efecto eléctrico. Tuve lactancia materna pura hasta los 10 años porque no teníamos donde calentar la leche. Fue una ventaja, porque después que cumplí los siete años, ya no me daban leche.
Tenía 10 años de edad cuando mi padre resultó vanguardia nacional en la emulación socialista. Lo estimularon con una cocina de kerosén. La estuvimos utilizando durante más de 40 años, hasta que el Comandante nos otorgó las maravillosas hornillas eléctricas chinas.
Mi padre trabajaba las 24 horas del día por miedo a quedarse dormido para el trabajo, pues no tenía despertador.Con ese ritmo de trabajo constante, volvió a salir vanguardia nacional y le vendieron por el sindicato un gallo muy puntual. Cantaba a las 3 de la mañana, y por tanto, mi padre siguió siendo el primero en llegar al trabajo. Acumuló suficientes méritos para obtener un radio soviético VEF-206 que alegró la vida de toda la familia. Lo celebramos comiéndonos el gallo.
Teníamos puesto todo el día Radio Reloj para saber la hora de irnos a trabajar o a la escuela.A los 14 años, ingresé en los CDR (Comités de Defensa de la Revolución). Como cederistas, mi padre y yo donábamos 10 litros de sangre anuales y 500 horas de trabajo voluntario. El sindicato, para estimular a los trabajadores, verificaba en la cuadra su actitud ante las tareas de la revolución.
Así, cuando cumplí los 32 años logramos un TV Caribe a crédito y definitivamente pude conocer los muñequitos rusos y a Elpidio Valdés, aunque en blanco y negro.
El TV se rompía constantemente. Cuando al fin terminamos de pagarlo, ya estábamos en la cola para reposición y confeccionamos nuestra primera autobiografía. Nos explicaron que no era cosa de un día y que el proceso podía demorar años.
Mientras, debíamos utilizar la técnica del puñetazo para poder ver la televisión. Tengo dos fracturas de muñeca, trastornos visuales de todo tipo y una escoliosis pronunciada y agresiva como el imperialismo yankee, porque el aparato sólo se ve desde un lateral.
Gané el premio al mayor ahorrador de energía eléctrica al tratar de obtener mayor nitidez de la imagen en la oscuridad.
El único inconveniente fue que en una asamblea de análisis me plantearon la crítica constructiva de que permanecía muy encerrado todo el día y no me relacionaba con los demás compañeros del CDR. En mi autocrítica, me comprometí a disculparme ante el responsable de vigilancia del comité.
Seis años después, nos entregaron un monitor de computadora de 14 pulgadas, usado, para aprovecharlo como tubo de pantalla. Así nos mantenemos siguiendo atentamente las mesas redondas, cada tarde a las 6 y 30 y luego su retransmisión nocturna por el Canal Educativo, para fomentar nuestro espíritu revolucionario.
Además de leerlas en el Granma y coleccionarlas en tabloides, disfrutamos la lectura de las Reflexiones del Comandante a través de nuestro otro programa favorito, el Noticiero Nacional de Televisión.
Por todo lo anterior, queremos optar por un televisor Panda en colores. Será más bien para el disfrute de mis hijos y nietos. A estas alturas, yo me conformaré con los programas con servicio de sub-titulaje para débiles visuales e hipo acústicos.
Así, solicito sean tenidos en cuenta mis méritos políticos y trayectoria laboral en la próxima bronca sindical por los mencionados televisores. Quisiera que conste esta solicitud como la última voluntad de un moribundo. Luego de tanta generosidad, sé que la revolución, como de costumbre, no me fallará.
Revolucionariamente,
Humildo Sinná de Antaño.