9.4.08

Ogaden, marzo del 2008. ( I )

Llegué a Jijiga a principios de marzo a bordo de una pequeña avioneta de Ethiopian airlines. Se presento la policía y empezó el registro personal, de documentación, la requisa de bolsos. Como yo era el único extranjero, el Ogaden esta vedado a visitantes extranjeros, mi presencia despertó la curiosidad de los militares que preguntaron con especial interés de donde venía, que hacía en el Ogaden y para que ONG trabajaba. Rápidamente el avión despegó y nos dejo en el más absoluto silencio, bajo una cegadora luz que caía del cielo y un calor insoportable que envolvía todo. Pensé seriamente que esos escasos cien metros que me separaban de la pequeña casilla de chapa que hacia de Terminal costarían un esfuerzo sobrehumano en ese mediodía hirviente.

En el Ogaden en horas del mediodía es difícil ver señales de vida. En este desierto la vista es bastante monótona, solo se reduce a una franja de tierra y otra de cielo, con algunas acacias aisladas y en ese momento recordé la crónica de Kapuscinski en la que el gran periodista polaco hablaba de que en el Ogaden todo esfuerzo humano se centra únicamente en la búsqueda de sombra y de una brisa, quien encuentra una brisa experimenta una gran sensación de alegría.

Esperé un rato hasta la llegada de una gran Toyota blanca con los distintivos de la Organización para la cual trabajo, Luego de la presentaciones formales, cargamos los bolsos, mejor sería decir que ellos cargaron, ya que recuerdo que mis movimientos se reproducían como en cámara lenta producto de lo asfixiante del ambiente, durante un breve recorrido por la pequeña ciudad en el cual recogimos algunos víveres nos disponíamos a emprender el viaje hasta el poblado de Daxghaabur, donde el resto del equipo ya se encontraba trabajando.

El Ogaden es un gran semidesierto inhóspito, incluso hasta hostil en donde el horizonte se extiende entre arena, grava y piedras, donde se pueden ver algunos pastos secos que sirven de alimentos para las cabras y los camellos. En este lugar las fronteras existen tan solo en los mapas, los caminos son escasos y los nómadas que transitan con sus rebaños estos lugares nunca sabe si están en Somalia o Etiopía ya que ellos siguen los pastos y el agua y se orientan a través de algunas rocas solitarias o alguna acacia determinada.

Al fin emprendimos un duro viaje hacia el sur amontonados sobre una montaña de pertenencias, víveres y medicamentos. Se avanzaba muy despacio, por momentos a paso de hombre y por momentos dude si el camino era en realidad un camino. En aquel territorio, sin caminos, sin gente, con remolinos que se levantaban por todos lados viajábamos atravesando fronteras invisibles cubiertas de polvo.

Quizás hasta el mismísimo Ogaden sea una frontera.

Fotos de Ogaden by Click Clack