4.9.06

Incendio



El infierno, como obra de arte, es un tema que necesita con urgencia un glosador insigne. Así como Tomas de Quincey escribió un desgarbado libro acerca de los aspectos estéticos del asesinato, no vemos porque no ha de estudiarse la belleza del fuego. Por lo pronto, además de la ventaja de tener un Dios adicto -Plutón- y un mito magnífico como el de Prometeo, una colección deslumbrantes de incendios decora "la noche negra de la historia": desde la pira de Sardanápolo ( pasando por el incendio de la bliblioteca de Alejandría; el rutilante "skecht" de Roma, a cargo de ese actor mayúsculo que fue Nerón: el estupendo spiedo de Juan Huss y Juana de Arco; la combustión nazista del Reichstag) hasta el acto de fe de Don Ezekiel Leibowich a la mesnada de Santa teresa.
En nuestra ciudad hay un culto plutónico digno del mayor respeto. Al amparo de la absoluta carencia de un cuerpo de bomberos, se rinde homenaje al rey de Hades con una devoción que impresiona a todos los paganos de la vecindad.
El incendio, como espectáculo, admite todos los adjetivos. Vale decir que supera en grandiosidad retórica a cualquier discurso parlamentario o a cualquier lamentación del dueño del lugar. Basta para juzgar su importancia, la angustia de los espectadores y los tristes silbatos de auxilio de los gendarmes. Frente al arbitrio del fuego toda actividad se suspende. Hay una especie de éxtasis, de éxtasis vocinglero, donde las penosas exclamaciones se unen a la dejadez colectiva de no aportar ni una palangana de agua.
Desde el punto de vista decorativo, las lenguas del fuego danzan en la noche un
" divertissement" dantesco, solo comparable a las mil lenguas del pueblo que danzan, sobre un tinglado de "que me importa", un ballet de crueles suspicacias. las brasas en tanto, crepitan y arrojan al aire, entre espesas cortinas de humo, auténticos enjambres de abejas ígneas. Estas abejas en verdad, también dan miel, pero tienen un destino trágico: quemar la casa del vecino confiado o el sombrero del curioso impertinente. Así y todo, realzan la gracia del fuego, como realzan las lentejuelas el talle de una bailarina gitana.
Francamente, después de haber gozado de la belleza catastrófica del incendio de anoche y de los habidos hace poco, nos tortura la noticia de que cualquier día se instale aquí un cuerpo de bomberos. Semejante ataque al arte, ya casi alcanzado a la perfección, sería de fatales consecuencias para la emoción ciudadana y para las finanzas de todos los "pirófilos" de la urbe. Hacemos votos, por tanto, de que eso no suceda, perfiriendo que los polizontes sigan pidiendo auxilio con sus pitos... Siempre tendremos así el consuelo de ignorar a quién lo piden y a la dicha de saber que no vendrá nunca.
"Caterva", Juan Filloy

Tres son los incendios que se registraron en el campo de dezplazados de Lalogi durante la semana pasada afortunadamente, sin victimas fatales.