5.2.08

Supermartes

Esta mañana leía el post de Mr Groncho titulado "balances" y la verdad es que es mucho mejor que los editoriales de los diarios de los domingos, claro, agudo, esclarecedor, un gran analista de la realidad nacional contándonos que desde que asumió solo recibío estrellas de medio pelo de la farandula, cambio la disposición de los muebles del despacho de la Rosada. Tambien Groncho nos recordó que se fue dos semanas de vacaciones y mientras el país sufría con los cortes energéticos "producto de nuestro éxito", los 150 muertes en las rutas, los desmanes en los aeropuertos, los complots de la CIA ella nos hablaba y nos vendía el Tren Bala, proponía un censo de acondicionadores de aire y el recambio de lamparitas, el cambio en el orden de los apellidos de los recién nacidos, un fallido pacto social, el fallido intento de imponer en la agenda pública el tema de embajador divorciado que rechaza el Vaticano, y la buena onda con el embajador después de acusaciones mutuas con los EEUU.
Pero tampoco nos podemos olvidar de Lavagna, que con la carita que tiene lo que hizo duele doble y las pequeñas preocupaciones de la gente común tales como la inflación, los salarios, la creciente inseguridad, la falta de acceso al credito hipotecario parecen cosas que no le importan a nadie ni que hablar de tratar de conseguir un litro de gasoil en el norte del país, es mas fácil, como dice groncho conseguir 5 gramos de cocaina o una AK 47 en el conurbano
Pero bueno, en otros orden de cosas, cosas peores por supuesto encontré esta gran artículo escrito por Rosales para la Nación hablando de lo que pasa en Kenia

"...En Kenya, al igual que entre sus vecinos, duerme el fantasma más temido: el tribalismo ancestral. Una fuerza latente que hace que de pronto estallen todos los equilibrios preexistentes y comience la masacre. Con cuchillos, palos y machetes. Todos contra todos.
El peligro está siempre. Basta cualquier provocación que altere los balances precarios construidos cuando, en los siglos XIX y XX, las potencias europeas dividieron esta parte del mundo en los salones de sus palacios. Cuando sólo tuvieron en cuenta las rivalidades familiares de las coronas reinantes del viejo continente y no se percataron de que estaban trozando con bisturí un organismo vivo conformado a lo largo de milenios de subsistencia. En estas sabanas, donde hace millones de años el hombre salió de la selva y se paró por primera vez, conviven 42 etnias diferentes: los Kikuyu representan el 23% del total, los Luhya el 12%, los Lúo el 11%... Y sigue la lista. Esta vez , la provocación fue más que importante.

El año pasado, Raila Odinga, el carismático candidato opositor y príncipe tribal de los Lúo, era el número puesto para suceder a Mwai Kibaki, gran jefe de los Kikuyu, en la presidencia del hasta entonces más ordenado país del este de Africa. En diciembre Kibaki robó la elección, delante de todos y sin ninguna explicación. El escrutinio provisorio le iba dando al opositor Movimiento Democrático Naranja (ODM en Inglés) de Raila el 57% de los votos contra el 35% del Presidente. Pero, en una decisión imprevista, la Comisión Electoral decidió proclamar ganador al jefe de estado, quien a las pocas horas juró y asumió su nuevo mandato. Desde entonces, Kenya clama por dormir a sus fantasmas y volver al orden heredado de los ingleses, que, aunque inestable y algo artificial, mantuvo al país en relativa calma por más de cuarenta años.

La chispa del fraude electoral hizo explotar a la bomba del tribalismo. Eso explica las casi 900 muertes producidas desde diciembre. Incendios de iglesias, linchamientos, asesinatos de dirigentes políticos, descontrol en todo el país.

Odinga es el líder de los Lúo, cerca de 4 millones de personas que viven en la frontera con Uganda. Muy orgullosos de su color ébano, muy oscuro, hacen referencia permanente a su origen nilótico, allí donde el río de los faraones empieza su viaje hacia el Mar Mediterráneo. Tratar de entender a este hombre es tratar de entender a esta parte del mundo. Sus trajes elegantes, aunque de colores estridentes, sus gustos refinados, su educación en Oxford y Cambridge, su cultura, pero también su furia, sus cantos, sus ritos tribales. Todo junto, todo combinado en una misma persona. Eso es Kenya. Eso es el Africa negra.

En Nairobi, todo tiene forma europea pero contenido africano. La ciudad prolija y ordenada, diseñada para no más de 200 a 300 mil habitantes en tiempos de la independencia, allá por 1963, ahora está habitada por más de 5 millones de personas. El centro es inglés, las afueras son africanas. Y está Kibera, la villa miseria más grande de Africa y tal vez del mundo, si no se consideran algunos suburbios de la India. Este asentamiento de un millón de personas es como una enorme serpiente que se desliza por colinas y llanos, siempre atravesada por el ferrocarril, que sigue siendo puntual y prolijo, otra vieja herencia británica. Este es el reino de la oposición. Donde en el medio de la miseria más absoluta -una villa miseria africana- hay una enorme necesidad de cambio. Esa gente quiere terminar con la megacorrupción que desangra a su país y a su continente. Porque en Africa mega es mega. Contratos inexistentes por más de 400 millones de dólares, que significaron verdaderos saqueos a las arcas oficiales. Compras de barcos y armamentos en pésimo estado, escándalos tras escándalos. Ese era el cambio que prometía Raila en su distrito, el más pobre de un país ahora inmerso en la más cruel de las violencias..."

El autor fue asesor de Raila Odinga, opositor al actual gobierno de Kenya, para las elecciones de diciembre último.