23.8.08

Verde

Esta semana llegó el momento de cultivar las primeras verduras maduras de la huerta. Entre las semillas que sembré hay lechugas, cebollas, zanahorias y diferentes tipos de repollo. Las que más me gustan son las hojas verdes y lozanas de las cebollas. Las plantas de lechuga fueron las que crecieron mas fuertes y mas rápido. La verdad es que a medida que pasaban los días y veía crecer los vegetales sentía cierta sensación de gratitud e incluso al momento de cortar las primeras hojas, al sentir la textura de las hojas, el aroma hasta me imagine esbozando un agradecimiento pero no mirando hacia arriba como enseñan en todos lados sino hacia abajo, hacia la tierra. Tras unos minutos en la cocina, degustamos las primeras hojas de lechuga. Si les digo que es la mejor lechuga del mundo, que degusté los frutos de la tierra con lagrimas de alegría en mis ojos les miento, solo fueron unas simples hojas de lechuga con algo de sal y aceite de oliva ordinario pero fueron suficientes para pensar que ya estaba casi todo hecho, que no queda otra opción que vivir acá por el resto de mi vida, trabajando y alimentándome dignamente con los frutos que la tierra da, que cada día que pasa podría comer algunas hojas de lechuga, con sal y aceite y hasta tal vez podría conseguir aceto balsámico o tal vez alternar con limón y así vivir en armonía y tratando de entender el medio que me rodea. Pero bueno, la realidad es bastante más cruel y nos dice que los frutos de esta tierra cotizan en la bolsa de Chicago y muchos de estos mismos frutos serán destinados a biocombustibles condenando a millones al oprobio de morir de hambre. Así las lechugas. Así las cosas.