UNO. Anoche fue otra vez una de esas noches en que uno se duerme con la luz prendida, el libro abierto, la música sonando pero sobretodo con cara de foca en agonía balbuceando o más bien babeando. Anoche también fue noche de sueños y como todo sueño estuvo atiborrado de imágenes, de alegorías, fragmentos sinsentido que a la mañana siguiente uno tarda un buen rato tratarle de darle sentido a ese sinsentido si es que existe, aunque debo confesar que los sábados es el día que tomo mefloquina, la droga que uso como profilaxis de la malaria y que suele tener como efectos secundarios trastornos del sueño. Con trampa química o no los sueños nos destruyen la realidad cotidiana y nos dejan imágenes arbitrarias que al día siguiente son difíciles de hilvanar.
DOS. Durante la tarde estuve en una de las tantas iglesias de Kapiri Mposhi ya que al celebrarse mañana el Dia Internacional del SIDA había una pequeña celebración en la que había que estar. Reconozco que generalmente suelo sentirme incomodo en este tipo de situaciones, respondiendo con ligereza preguntas o cuestionamientos religiosos. A pesar que Dios se olvido de pasar por este lado del mundo la fe de los africanos es conmovedora y uno no hace mas que preguntarse como tienen una relación tan importante con Dios cuando la vida aquí no es mas que una perdida o lamento atrás de otro. Tal vez temer, rezar y suplicar a algunos santos no sea una relación tan verdadera después de todo.
TRES. Durante la ceremonia uno de los curas pidió que cada uno de los presentes encendiera una vela y mientras un maravilloso coro entonaba canciones tradicionales africanas el sacerdote pidió que cada uno recordara a una persona fallecida a causa del SIDA. Fue un momento muy emotivo, la paz y la sencillez del lugar, la voces lejanas, la memoria de los que ya no están. Cada uno de los presentes recordaba un ser querido y a la vez en la fatalidad de ese ser querido se podía condensar la fatalidad de todo un pueblo.