
El viaje comenzó temprano; después de un rato dejamos detrás
Monrovia y nos dirigíamos al interior y de a poco nos fuimos internando en la paciente selva que alternaba con inmensas plantaciones de caucho de la Compañía. Remontar el camino era como volver a los orígenes, cuando estallo todo y la vegetación cubrió la tierra y los árboles eran reyes. Una selva impenetrable y un gran silencio, una humedad densa junto con un aire pesado, embriagador solo alternado por el ruido y el progreso de los puestos y las factorías de la Compañía donde todo era confusión, hombres, basura, edificios en el borde de una selva colosal tan verde que hasta por momentos parecía negra. Durante el viaje no pude no sentirme un poquito un personaje de
Conrad, quizás el
Marlow viajando a uno de los lugares oscuros de la tierra. Como
Charlie Marlow yo también había recibido algunas pautas de trabajo, no en la ciudad espectral pero sí en
Monrovia y también como me advirtieron de los cambios mentales que se producen en los individuos en aquel sitio, también como
Marlow emprendía mi viaje, no por el suntuoso río ni con la responsabilidad de comandar un vapor, sino a través de una carretera completamente desbastada que transcurría como una serpiente a través de la selva que se abría ante mis ojos. Fue transcurriendo el viaje, pasando por las distintas estaciones de la Compañía que esta vez no explotaban el marfil sino el caucho y cada tanto dedicaba algún pensamiento a sí en
Nimba estuviese esperándome
Kurtz. Creo que me intrigo un poco la idea de arrastrarnos ante la ultima estación interior en busca de
Kurtz, ese pequeño Dios en medio de la selva que en algún momento fue un hombre intelectualmente y moralmente superior a esa colección de mediocres que eran sus compañeros en la Compañía. Lo que vi por el camino no fueron salvajes caníbales presionados por la compañía para que depreden sus bosques y su fauna en busca del preciso marfil sino tres o cuatro batallones del ejercito de
Bangladesh, cascos azules de la
ONU tratando de mantener la paz en
Liberia pero con cara de que estamos haciendo acá. Llegamos pasada la tarde, no me esperaba
Kurtz, ese mente brillante en la oscuridad de las tinieblas, me esperaban mucho trabajo y mas pacientes en un centro de salud montado en una pequeña comunidad de
Saclepea, limítrofe con la frontera de Guinea y Costa de Marfil.