Desde la última purga, sigo preguntándome si hice bien o no en
desprenderme de la última novela, inconclusa, de Saer. La ausencia en mi
biblioteca de un libro que no me gustó nada de un autor que en una
época me gustó bastante pesa en mi alma. El desprendimiento fue efecto
de la irritación, y creo que esa irritación se repetiría si por algún
motivo volviera a comprar el libro e intentara releerlo, pero la
ausencia de La casa no deja de emitir su equívoco sentido. Por qué uno
deja de querer lo que alguna vez quiso. Vender un libro es como dejar a
una mujer. El dolor de dejarla subsiste aun cuando uno haya aquilatado
serenamente los motivos del abandono, aun cuando uno admita que la
vuelta es imposible. Toda purga es una masacre sentimental.
Daniel Guebel en Perfil, el resto acá